¿Existió realmente Sweeney Todd, el barbero de Fleet Street que degollaba a sus clientes y los enviaba al sótano por una trampilla para que luego su compinche, la viuda Lovett, los sirviera en su tienda en la forma de pasteles de carne? La historia, que fija los hechos en el Londres del siglo XVIII, ha sido ahora recuperada por la última película de Tim Burton, con Johnny Depp como Todd y Helena Bonham Carter como Lovett.
Un reciente libro da por seguro no sólo que el personaje vivió, sino que son reales la mayor parte de los elementos de la leyenda. La barbería estuvo en el 186 de Fleet Street, y la tienda de “meat pies” probablemente en Bell Yard, al otro lado de la iglesia de St. Dunstan. Una serie de pasadizos subterráneos, no extraños en la época, comunicaban ambos lugares por debajo del templo. El trabajo en cadena de Todd y Lovett llegó a afectar a 160 incautos hombres que buscaban un buen afeitado y que acabaron triturados y metidos en una empanada.
Al menos de todo eso dice haber podido encontrar rastros documentales el periodista Peter Haining, que entró en contacto con la historia al trabajar en Fleet Street, sede durante un siglo de la mayoría de los periódicos ingleses. Así lo explica en “Sweeney Todd: The Real Story Of The Demon Baber Of Fleet Street” (2007).
Según Haining, Todd nació en 1756 en Brick Lane, en el este de Londres. Inmerso en un hogar de pobreza, alcoholismo y violencia doméstica, el muchacho fue encaminado a los pequeños hurtos. Por uno de ellos fue encerrado en 1770 en la prisión de Newgate, donde se ocupó como asistente del barbero de la cárcel, de forma que cuando salió, cinco años después, tuvo un oficio al que dedicarse. Tenía 19 años y a partir de ahí comenzó a ganar dinero. Hacia 1780 pudo abrir un negocio propio cerca de Hyde Park Corner, donde crónicas de la época hablan de la primera víctima de un barbero asesino. Poco después se instaló definitivamente en Fleet Street, donde perfecció su sistema de ejecución, con una silla que se abatía hacia atrás para descargar el cuerpo del malogrado cliente por una trampilla.
El libro hace aún más macabro el asunto, al indicar que en esa época los barberos, como especialistas en el manejo de la navaja, hacían también de cirujanos y llevaban a cabo pequeñas operaciones. Todd habría expueso en la ventana de su establecimiento jarras con sangre coagulada y dientes maltrechos, con el fin de publicitar su ocupación también como sacamuelas.
Todd entró en contacto con la viuda Lovett y no se sabe cómo ésta acabó implicada en la manera de deshacerse de los cadáveres. La colaboración no daría abasto con la rápida desaparición de los cuerpos, con lo que el olor a carne podrida finalmente se hizo sospechosa. Para observarle mejor, el magistrado Richard Blunt dejó que Todd le afeitara en varias ocasiones, pero siempre acompañado de otra persona. En 1801, Blunt ordenó la detención de la pareja, encontrando en el registro huesos, ropas y relojes de oro de los muertos. Lovett confesó, pero antes del juicio se suicidó tomando veneno. Todd fue condenado; se le ahorcó en enero de 1802, a los 46 años, y su cuerpo fue entregado para disecciones al Royal College of Surgeons.
Hasta aquí el libro de Haining. La Warner Bros explica en la documentación de su filme que “aunque hay algunos que aseguran que Sweeney Todd realmente existió, está más extensamente aceptado que fue una creación de ficción”. El personaje apareció en 1846 en una novela por entregas titulada “The String Of Pearls”, de Thomas Peckett Prest. Un año después, la historia fue adaptada al teatro en la obra “The Demon Barber Of Fleet Street”, y a partir de ahí se habría propagado la leyenda y su supuesta base real.
¿A quién creer? Yo, por si acaso, no me comería ninguna empanada de carne en Londres.