El sonido de tripas recibe el nombre de borborigmos. Los produce el movimiento de los intestinos cuando impulsan la comida a través de ellos.
Se producen cuando estamos haciendo la digestión y cuando tenemos hambre. En este último caso el volumen del sonido suele ser más alto. La comida discurre a lo largo de los intestinos con contracciones musculares que la empujan desde la parte alta del intestino delgado hasta el ano. Se llaman movimientos peristálticos.
Estos movimientos baten, amasan y mezclan la comida con diferentes compuestos químicos que segrega nuestro organismo. Durante este proceso se liberan gases, producto de las reacciones químicas. Por eso, los sonidos nos traen a la cabeza la imagen de un líquido burbujeante.
Tras dos horas con el estómago vacío, nuestro cuerpo reclama más comida. Produce hormonas que nos despiertan la sensación de hambre y estimulan los nervios del estómago que envían una señala al cerebro que comienza de nuevo la contracción de los músculos, que recogen los pocos restos de comida que se han quedado en el estómago y el intestino.
Los sonidos que acompañan a los movimientos intestinales se producen durante 10 ó 20 minutos cada hora hasta que volvemos a comer. Y suenan especialmente alto porque el intestino y el estómago están huecos y el sonido se propaga mejor. Pensar, oler o ver comida también puede desencadenar este fenómeno.
Cuando los ruidos son más fuertes y frecuentes de lo normal pueden ser signo de alguna patología, como por ejemplo síndrome de intestino irritable. En estos casos suele ir acompañado de otros síntomas como diarrea, gases, hinchazón y retortijones. Y por supuesto, hay que acudir al médico.